¿CUÁNDO VAMOS A APRENDER…
Para
nadie es un secreto que el evento más competitivo y esperado por los Nusefistas
es el folclorito, donde cada grado elige a una reina que los represente y
compite en su respectiva categoría. Cada una de ellas se prepara con
anticipación para el gran día, el día donde por todo el colegio se escuchan aplausos,
música y se respira a tamal, lechona y sancocho. Pero detrás de esta alegría
siempre ha existido una triste realidad que todos saben pero que nadie se
atreve a decir, y es la rivalidad que comúnmente se ve en cada una de las
categorías, en especial la de los grados mayores: noveno, décimo y once.
En los
cinco años que llevo en la Institución puedo dar fe que siempre se presenta
esta situación, pero a lo que realmente quiero llegar es que esto se sigue
presentando porque no hemos aprendido a tolerar a nuestra competencia. Este año
no estuvo exento de los malos comentarios, los reclamos, las presiones y los
chismes y como dice un dicho por ahí “al que le caiga el guante que se lo
chante”, cada uno sabe que dijo, bueno o malo, arrepentido o no, dio pie para
que antes de la presentación todos se sintieran de alguna manera incómodos.
Hasta
ahora la mayoría de veces grado once gana y veo esta competencia como un
proceso, generalmente cuando uno se encuentra en los grados menores, no sabemos
asimilar la competencia, siempre decimos “la rosca de once” o “eso hubo plata
de por medio” somos prejuiciosos, pero eso hace parte de ser inmaduro y no nos
culpó por eso, éramos niños y también queríamos ganar. Pasamos a noveno, décimo
y seguimos con lo mismo hasta que llegamos a once. En nuestro último grado por
ser once queremos ganar o ganar, ahí nos damos cuenta que nos convierten en la
piedra en el zapato de muchos y se generan un sin fin de historias que al final
nadie se responsabiliza de su autoría.
En fin
todo esto se repite año tras año pero cuando se está a punto de salir del
colegio a la vida real asimilamos el valor de la tolerancia, y nos damos cuenta
que realmente no vale la pena envidiar a los demás cuando aprendemos a valorar
y a confiar en nuestras capacidades, claro está que no todos pasan por este
proceso, algunos siguen envidiando y otros puede que siempre les dio igual, el
caso es que esta situación se podría evitar si tan solo supiéramos dialogar,
preguntando y no suponiendo, no para dejar de ver a la competencia como
competencia sino para no ver la competencia como un enemigo más, a nadie le
gusta perder, pero perdiendo es que se aprende a ganar y es irónico, porque de
todos modos todos terminan apoyando a la reina que no querían que ganara en el
reinado estudiantil.
Cuanto
será que vamos a aprender…y estoy segura que cuando los grados menores lleguen
a once también pensaran lo mismo y los que en algún momento tacharon a su
competencia de tramposo sin siquiera comprobarlo, harán de su karma una
enseñanza y se darán cuenta que tampoco querrán que los que van a ocupar su
lugar los juzguen.
Danna Mariah Barbosa Cárdenas